domingo, 6 de marzo de 2011

Creo que...

Será la distancia, será la impotencia, o tal vez simplemente serán las tremendas ganas de tenerte entre mis brazos que recorren cada centímetro de mi cuerpo la razón por la que mi pecho late en una manera que no recordaba... La razón por la que me tomo como un fracaso personal el no conseguir mantener tu sonrisa cada segundo de tu día, o la razón por la que ardo en deseos de demostrarte que desde que te conocí, solo pienso en ti.


Que no puedo pensar en más cosas que en como hacerte feliz. Que quiero que vuelvas, que quiero volver. Que me quiero morir por no haber estado a tu lado en esta última semana. Que deseo cada poro de tu piel, cada cabello de tu cuerpo, cada segundo de tu tiempo.


Me encanta conocerte, para lo bueno, y sobretodo, para lo malo, porque sigo acumulando buenas vibraciones sobre ti, incluso en los momentos que nos ponemos serios, porque no puedo hacer mas que entender tu situación, que esperar a poder cogerte de la mano y veas que todo lo que digo, lo digo en serio. No quiero jugar contigo, quiero que camines a mi lado, que puedas guardar lo que te regalé en un sitio seguro, y que lo uses todas las veces que quieras, pero sabiendo lo que supone... Quiero que no juegues conmigo, que te rías de verdad, que llegue el momento en el que veas a través de mi y no tengas ni la más mínima duda de que todo lo que quiero... Eres tú.


No se si es que se me dan mejores los textos dramáticos que los alegres, o si esta distancia es lo suficientemente dura como para llamarla un drama. Parece que estoy triste, parece que no soy feliz, y nada más lejos de la realidad. Me encanta haberte conocido. Me abruma lo que has conseguido de mí.


Pienso aguantar lo que haga falta.


Te quiero Ceueleo.